Dependiendo del grado de violencia y los tipos y frecuencia de la misma y a su vez dependiendo de la fortaleza psíquica de la mujer, la respuesta de las instituciones de justicia, su red de apoyo y la respuesta de su comunidad, será la gravedad del daño, afectaciones y/o alteraciones.
Estás afectaciones pueden consistir en, desde un estado emocional con estados de tristeza, enojo, frustración moderada; a depresión leve, estados de ansiedad, somatizaciones, irritabilidad, desesperanza; hasta estrés postraumático, depresión profunda, ideas, intentos o actos suicidas (inducidos o/y agravados).
En los casos de madres, el daño repercute directa e indirectamente en los hijos e hijas, generalmente niños, niñas y adolescente (NNAs); como en las víctimas indirectas que generalmente son los familiares y red de apoyo de la mujer o cualquier persona significativa para ella.
Igual de importante es considerar la afectación de los hijos e hijas, quienes en la violencia vicaria son instrumentalizados para dañar a la madre, quienes, a su vez al recibir violencias directas, experimentan iguales condiciones y estados emocionales y están expuestos también al suicidio inducido o el asesinato por parte del padre violentador.